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La Barcelona de Picasso




Desde que llegó con su familia en 1895, Barcelona ha sido clave para entender a Picasso. Aquí se formó en la escuela de Bellas Artes ubicada en el edificio gótico de la Llotja, muy próximo a su domicilio en los Porxos d'en Xifré, desde donde pintaba los tejados y la luz mediterránea de la ciudad.

Los paseos por las Ramblas, el Parc de la Ciutadella, la Catedral o la playa de la Barceloneta inspiraron a Picasso, que estableció un vínculo muy fuerte con Barcelona. Descubrió el arte románico catalán en la Iglesia de Sant Pau del Camp del Raval, que pintó en 1897. Además, era un asiduo del Café Els quatre gats, en los bajos de la Casa Martí, donde participaba en tertulias artísticas y literarias.

En 1905 se instala en París y pinta el famoso cuadro Les demoiselles d'Avignon. Se trata de una de las primeras obras cubistas y evoca un prostíbulo de Barcelona situado en la calle d'Avinyó.

En una de sus breves estancias posteriores en Barcelona, trabajó en el diseño del vestuario y los decorados del espectáculo de ballet Parade, que se estrenó en el Gran Teatre del Liceu en 1917, y aprovechó para pintar el cuadro Paseo de Colón, inspirado en el icónico monumento a Colón.

Como gran aficionado a las corridas de toros, Picasso asistió en otra ocasión a un espectáculo taurino en la Plaza de Toros de las Arenas, que hoy en día es Arenas Barcelona, un centro comercial frente a la Plaza España que conserva su antigua fachada de 1900.

El primer museo del mundo dedicado exclusivamente a Picasso está en la calle Montcada, en el barrio de la Ribera. Allí podrás contemplar sus obras de juventud, algunas pinturas de la época azul y la famosa serie de Las meninas entre otras piezas.